13.1.05

Más allá de la motivación económica

Discurso pronunciado por Daisaku Ikeda en la Universidad de las Filipinas, Manila, Filipinas, el 10 de abril de 1991.

Quiero agradecer al doctor Abueva, distinguido presidente de la Universidad de las Filipinas; a la canciller, doctora Roman; al decano de la Facultad de Administración de Empresas, doctor Agulto (h), y a los muchos miembros del claustro docente que hoy me honran con su presencia, por haberme invitado a disertar en esta venerable institución, de orgullosa trayectoria académica.

También quisiera manifestar mis sinceras felicitaciones a todos los estudiantes que hoy se gradúan; su egreso coincide con el auspicioso 75o. aniversario de esta Facultad de Administración de Empresas. Ya que todos ustedes, estudiantes y docentes, son defensores de los ideales de ciudadanía mundial proclamados por el gran héroe filipino, José Rizal, hoy quisiera compartir con ustedes algunas reflexiones sobre su visión.

El espíritu de equidad
Desde joven, atesoré el refrán que dice: "Controla tus negocios, para que ellos no te controlen a ti". Por su naturaleza, el principal objetivo de los negocios es la eficiencia económica y la búsqueda del provecho. Si un empresario se deja dominar por sus negocios y sólo piensa desde una óptica corporativa, no hará más que competir para obtener mayores ganancias. Y esta misma actitud competitiva es la que, tan a menudo, ha dado origen a las guerras. Para que las actividades empresarias marchen a tono con el trabajo en bien de la paz, la lógica del capital debe ser atemperada por la lógica del humanismo. ¿Cómo lograrlo? En japonés, existe el término kosei, que puede traducirse como "espíritu de equidad". También significa, por un lado, igualdad e imparcialidad, y, por el otro, justicia. He quedado muy impresionado al saber que, en idioma tagalog, el término katarungan también incluye este doble significado de justicia y de igualdad.

Una persona imbuida de este espíritu de equidad o justicia jamás dejar de reconocer las contradicciones inherentes a la actividad económica, por las cuales los países e individuos ricos se enriquecen cada vez más, mientras que los pobres empobrecen sin remedio. La persona justa reconoce claramente la amenaza insidiosa del desarrollo económico que se expande a costa del ambiente mundial y del delicado equilibrio ecológico de la naturaleza. Aunque esté de más señalarlo, una persona así nunca permitiría "exportar" la contaminación a países donde las reglamentaciones son menos estrictas. El caso japonés viene a cuento de este particular; creo que el Japón debería reflexionar seriamente sobre sus actividades en el extranjero.

Desde luego, el espíritu de justicia no es algo que exista a priori. Cuando el doctor Abueva disertó en la Universidad Soka el año pasado, se refirió al espléndido espíritu tradicional filipino de bayanihan (ayuda recíproca en las sociedades comunales). Estos sistemas populares para asegurar el bienestar de todos se forjan y se adquieren a través de las tribulaciones y las pruebas de la historia. Creo que, mediante estos desafíos, el espíritu de equidad va dejando de ser el ethos de un pueblo para convertirse en un principio universal, fuerte como el acero, cálido como el Sol, vasto como el cielo.

El tipo de prueba o de experiencia a la que me refiero se ve retratada magistralmente en el gran relato bélico Without Seeing the Dawn (Sin ver el amanecer), de Stevan Javellana, ex alumno de esta Universidad. Al leer el libro, recordé con dolor las atrocidades cometidas por el ejército japonés durante la Guerra del Pacífico, y se encendió en mí un intenso y sincero deseo de ofrecer mis profundas disculpas, como ciudadano japonés. Éste es uno de los capítulos más deshonrosos de la historia de mí país, para cualquiera que, como yo, ansíe fervientemente construir cimientos de amistad entre las naciones, y sostener la causa de la paz en bien de la paz de las generaciones futuras.

La novela de Javellana nos cuenta la historia de tres primos de carácter bondadoso, que se ven separados y obligados a combatir el uno contra el otro como enemigos. Dos de ellos, en el bando de las milicias anti-japonesas, y el otro, del lado de las fuerzas policiales que cooperan con el ejército japonés de ocupación. Una de las escenas que más me impresionó es el diálogo que mantienen Carding y Gondoy, cuando descubren que su primo Polo se halla entre las fuerzas enemigas que planean atacar en una emboscada.

--Tenemos órdenes que cumplir... --dijo Carding, con resignación.
Pero Gondoy no se quedó callado.
-Es ridícula esta guerra... --suspiró--, donde uno tiene que luchar contra su hermano.
--Gondoy --dijo Carding--, Polo es, para todos nosotros, un primo y un amigo. Pero no tenemos opción...--Será como dices, pero a mí estas cosas me destrozan el ánimo. Ojalá esta guerra se terminara de una buena vez...

En este sencillo diálogo, uno advierte la búsqueda de una decisión justa o correcta, en lo que hace a la pugna entre violencia y no violencia.

Una meta sin concretar
Probablemente, el enfrentamiento de posiciones no tenga una respuesta "correcta"; la ambivalencia filosófica es lo que hace de esta historia algo tan trágico. Si uno tuviera que dar una respuesta por aproximación, tendría que buscarla en una síntesis entre ambas posiciones, desde una dinámica dialéctica. Así pues, la "tesis" del tradicional énfasis filipino en la familia y los lazos de sangre (corporificados en el bondadoso Gondoy) interactúa con la "antítesis" de la fuerza y el crudo realismo encarnado por Carding. La síntesis resultante también podría verse como el salto de una visión limitada y parcial hacia una perspectiva "holística" y más amplia. El verdadero sentido de la equidad debe nacer de un espíritu universal, que se manifieste en este plano más elevado.

En el mundo de los negocios, esta visión universal no debería dejarse achatar por la búsqueda obsesiva del bienestar propio o de la nación, sino tener en cuenta, a cada momento, el interés "holístico" de todo el planeta y de la humanidad. Tal actitud nos inspiraría a formular juicios imparciales, aun cuando, a veces, impliquen cierto sacrificio personal, e incluso a trascender la ganancia y el provecho propio.

En uno de los últimos pasajes de la renombrada novela El filibusterismo, José Rizal señala: "Yo no quiero decir que nuestra libertad se conquiste a filo de espada, [...] pero, sí, la hemos de conquistar mereciéndola...". Aunque Rizal se vio atrapado en un conflicto de agonía entre los ideales y la realidad, así y todo, persiguió su lejano sueño, donde la no-violencia triunfaba sobre la violencia, y el poder del espíritu se imponía sobre la fuerza bruta. En tal sentido, la victoria del espíritu es, a la vez, el triunfo de la lógica del humanismo sobre la lógica del capital.

Creo que la revolución de febrero de 1986 hizo avanzar al país hacia la realización del sueño que acarició Rizal. El hecho de que una dictadura arraigada durante diecisiete años haya sido derribada mediante el poder del pueblo, sin recurrir a la violencia, es un logro extraordinario que brillará por siempre en los anales de la historia mundial.

El doctor Abueva describió esta victoria con gran acierto, en su discurso inaugural cuando asumió la presidencia de la Universidad de las Filipinas: Nuestro pueblo, en EDSA [nombre de una calle famosa en las Filipinas], tradujo en acción las virtudes más hondas de nuestra raza, nuestro amor por la paz y la libertad, nuestro sentido de comunidad y de solidaridad, nuestro respeto a la dignidad humana, nuestra naturaleza profundamente moral y religiosa..

Este triunfo fue, para el pueblo de las Filipinas, un gran paso adelante en la historia. Habiendo llegado hasta aquí, cada uno de ustedes posee la valiosa y auténtica misión de seguir avanzando, hasta que se cumplan y se perfeccionen los ideales de la revolución que aún resta concretar.
Con este pensamiento en mente, quisiera finalizar mis palabras citando un fragmento de un poema que Rizal escribió durante su juventud.

¡Alza tu tersa frente,juventud filipina, en este día!¡Luce resplandecientetu rica gallardía,bella esperanza de la Patria mía!
Vuela, genio grandioso,y les infunde noble pensamiento,que lance vigoroso,más rápido que el viento,su mente virgen al glorioso asiento.

Espero que los nuevos egresados de esta magnífica universidad concreten todas sus aspiraciones y logren un éxito brillante. Tengo la convicción de que la Universidad de las Filipinas seguirá extendiendo su notable trayectoria, para hacer feliz a su tierra y dar un futuro más luminoso al mundo entero.

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